Reconocer el reflejo que te devuelven los espejos no debería doler(te).
Y aun así nos tiemblan las carnes. Se nos hiela el cuerpo, se nos acelera el pulso, se encoge el estómago, se paraliza el amor, y se catapulta el miedo.
Un escalofrío por cada reflejo.
Una palabra de odio por cada costura.
Un deseo errante a cada detalle.
Una mirada furtiva a esa parte.
No querer mirar(se) y esconderse de cualquier escaparate, espejo, ventanal y cualquiera que retrate una verdad que la mente ha dibujado diferente y la historia nos ha condenado a sentir doliente.
Puede que el término aceptación corporal te conecte directamente con rendirte o con fracaso en tu búsqueda interminable de lograr «el cuerpo perfecto» y todas las promesas que lo acompañan: amor, éxito, salud, confianza, privilegio y orgullo.
Pero ¿qué pasa si ESTE cuerpo no fuera tan indigno como te han hecho creer? ¿Qué pasaría si te dijera que tu cuerpo perfecto podría ser el que tienes ahora? ¿Qué pasaría si pudieras mirar tu cuerpo sin una necesidad abrumadora de arreglarlo? ¿Qué pasaría si pudieras tratar tu cuerpo actual con respeto, amabilidad y compasión, aunque no te guste ahora mismo?
Nutrirlo, moverlo y apreciarlo sin tratar de cambiarlo. Eso, es aceptación del cuerpo.
Si eres alguien que lucha con una imagen corporal pobre, definitivamente no estás sola. La cultura de la dieta nos enseña que no somos lo suficientemente buenos como somos, tenemos que encajar en un molde tipo “mujer ideal” y debemos cambiar nuestros cuerpos a cualquier precio.
Sin embargo, lo maravilloso es que podemos empezar a desafiar esas ideas y luchar contra los ideales distorsionados que la cultura de la dieta nos enseña. La mayoría de nosotras hemos crecido en un mundo obsesionado con la dieta que considera nuestro peso, tamaño y forma como indicadores de salud, felicidad y éxito.
Desafortunadamente, este engaño nos conduce a comer de forma desordenada, a trastornos alimenticios y malas relaciones con nuestros cuerpos.
Pero algo que también puede influir mucho en nuestra imagen corporal son nuestras voces críticas internas, que muchas veces se construyeron en nuestra más tierna infancia. A menudo una imagen corporal pobre nos habla más de una baja autoestima, de perfeccionismo, de vergüenza, de voces internas críticas y de intentar hacer del control del cuerpo una forma de relacionarnos mejor con nosotras mismas.
Sea como fuere, la relación con nuestro cuerpo es un proceso continuo. No sucede en un programa de 3 semanas y no hay un destino de amor al que lleguemos un día. Es una relación que necesitamos nutrir y cuidar continuamente.
Es por ello el concepto aceptación corporal es tan revelador. Porque pasar de una relación conflictiva con el cuerpo a mirarme en el espejo y que me llegue a gustar puede ser un objetivo muy retador. Pero aceptarlo, es decir, abrirme a la idea de que mi cuerpo es correcto tal y como es, que es válido, que merece respeto y cuidado solo por existir, puede ser ese primer paso por el que empezar este camino de sentirte mejor dentro de tu piel.
¿QUÉ ES PARA MÍ LA ACEPTACIÓN CORPORAL?
- Sentir que mi cuerpo no es ni bueno ni malo, ni correcto ni incorrecto.
- Comprender que no me tiene por qué gustar mi cuerpo para cuidarlo.
- Respetar y confiar en las necesidades de mi cuerpo. Nutrirlo adecuadamente sin renunciar al placer.
- Ser capaz de desafiar los pensamientos y creencias corporales negativos intentando relacionarme con mi cuerpo de forma amable.
- Aceptar que todos los cuerpos vienen en diferentes formas y tamaños.
- Desafiar los ideales de perfección.
- Encontrar valor en cosas fuera de mi aspecto, forma y tamaño.